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Fue Wilhelm Reich quien puso el foco en el cuerpo en el contexto psicoterapéutico. Desarrollando consecuentemente el método del Análisis del Carácter; vale decir, centrando toda su atención en las maneras en que los pacientes se defienden en terapia, ya sea de conflictos intrapsíquicos o bien de amenazas provenientes del entorno, observó que las defensas caracterológicas tienen un correlato somático y planteó que la represión sexual, de la que toman su energía las neurosis, consiste en un proceso tan psíquico como somático.
En consecuencia, al hablar del cuerpo en psicoterapia no estamos hablando de un cuerpo puramente biológico sino que hablamos de un cuerpo subjetivo, un cuerpo que se ha ido configurando en virtud de una historia vincular.
Al respecto Liliana Acero propone: “todos los reichianos y neoreichianos, de diferentes maneras, consideran que los disturbios psicosomáticos estructurales de un individuo se originan durante el desarrollo evolutivo. Su causa radica en la frustración crónica o sistemática de las funciones afectivas y motrices de un niño cuando ha estado inserto en un ambiente que no ha sido suficientemente facilitador de su desarrollo o “suficientemente bueno” en el decir de Winnicott (1957). Las corazas musculares, viscerales y caracterológicas reflejan en los individuos algún tipo de disociación-fragmentación originada en el “abuso de confianza” del y hacia el niño en manos de alguna figura de apego significativa (madre/padre u otros cercanos al niño)” (Acero, 2015: 136).
De este modo, es posible decir que la estructura caracterológica psicosomática se va configurando vincularmente y tiene especial relación con la frustración de necesidades fundamentales en el proceso evolutivo. Continúa Acero: “podemos hablar de cuatro momentos principales en la evolución infantil –según Boadella (1993)- cuyas consecuentes frustraciones darán origen a determinados tipos de carácter:
Los problemas en estas etapas darían origen a traumas “caracterológicos” o “del desarrollo”, que dejarían registros corporales y psíquicos que se expresan en diferentes dimensiones de la experiencia vital de la persona” (Acero, 2015: 137)
Desde esta perspectiva es posible visualizar la importancia del lugar del cuerpo en la psicoterapia y las maneras en que podemos abordar los disturbios psicosomáticos estructurales que como huellas del pasado interfieren en la vida y las relaciones actuales de las personas.
Al respecto, la doctora Acero plantea: “las relaciones tempranas sientan las bases tanto para la salud mental como para la desorganización de etapas posteriores. Los procesos de apego temprano deficientes y los diferentes grados de de-sincronía intersubjetiva obstaculizan y bloquean el desarrollo de funciones psicofísicas y de esquemas afectivos y motrices de niños y adultos. Muchas veces, en la psicoterapia corporal se utiliza el contacto físico con fines de sanación de heridas o traumas crónicos del desarrollo infantil generados en los vínculos intersubjetivos tempranos entre el bebé y su cuidadora principal, para el restablecimiento de ritmos psicofísicos y de la autorregulación orgánica y afectiva del individuo” (Acero, 2015: 138).
Trabajar con el cuerpo en psicoterapia entonces es trabajar con la historia afectiva y vincular de las personas y especialmente con los denominados “traumas del desarrollo”. Esta es una cuestión importante de comprender, pues le otorga a la intervención un carácter profundo y delicado que va a requerir además de una formación especializada un alto compromiso ético con el bienestar y el sufrimiento de las personas con quienes trabajamos.
El uso del toque, el tacto y el contacto psicofísico en el contexto psicoterapéutico exige en consecuencia, además de un complejo saber teórico y técnico, las capacidades del psicoterapeuta para construir vínculos terapéuticos que permitan la utilización de las diversas técnicas de abordaje psicosomático desarrolladas, desde Reich, por importantes terapeutas reichianos y neoreichianos, línea en la cual se inscribe la Psicoterapia Corporal Vincular de la doctora Acero.